LA GRAN DENA


Observé mis huellas sobre aquella arena firme y dorada de aquel desierto donde la luz del sol caía a pleno. Distinguí un oasis que emitía en un tono rojo terciopelo a unos mil pasos de mí. Me sentí atraída por aquel oasis donde intuí que existía todo tipo y forma de vida. Llegué. Se trataba de una pequeña tienda hecha con trozos de ropas, anclada con piedras y rocas, que alguien había creado para refugiarse de aquellos poderosos rayos. Busqué la entrada. La encontré. Aparté el tejido que separaba la luz del desierto de la oscuridad de aquel lugar. Penetré persiguiendo los aromas que por doquier, alimentaban la estancia. Esperé, no había nadie, o al menos así lo creí. Escuché a lo lejos unos acordes, parecían notas que se desprendían de arpas remotas. Avancé en un intento de descubrir de quienes eran aquellas manos cuyos dedos se deslizaban por las cuerdas creando aquellas odas inéditas. No las encontré. Algo me distrajo entonces, fue un sonido de agua inacabable que parecía alcanzar el lugar para inundarlo a voluntad, en cambio me sentí a flote, las aguas no me sumergieron sino que me elevaron hasta aquello que nunca antes conseguí percibir. Y lo percibí. Y lo abracé y lo sentí en mí. Ya no era un horizonte, era la fuerza insondable de todo lo que creé en mí Ser. Quise observar mis manos para sentir como podía dar forma a lo que brotaba de mi corazón. Eran formas perfumadas con odas, a las que solamente puede dar vida Dios.
Cerré los ojos a todo, apagué mis oídos a nada, junté mis manos embriagadas y con ellas en el corazón, dejé que la magia me embargara y penetrara en cada uno de mis poros, sondeando los recodos para que nada de mí quedara ajeno a ese don que Dios me entregó.
Cuando hube abarcado todo de mí, sentí algo novedoso, un pequeño rayo de sol comenzó a inundarlo todo. No hacía falta que abriera los ojos, podía ver con mi corazón. Me sentí en el mismo centro del universo, envuelto de luz, poder y amor. La luz de Alcione me rodeaba, me hablaba sin emitir palabras, me recordaba que esta es mi casa, y que en esta morada el todo y la nada desaparecen para quedar únicamente UNO.
Es la Tienda Roja, el espacio que ama y honra toda la creación, el lugar donde solamente puede penetrar quién ha regresado a Dios. El lugar donde el poder creador jamás puede ser amputado, mermado o mancillado, el lugar en el que los dones son la fuente de toda creación. La encontrarás en el mismo desierto estelar, de esa estrella universal que es para todos el sol central. Si hasta aquí has conseguido llegar, no dudes en atreverte a cruzar, el desierto que te conducirá hasta las entrañas de este rojo útero espiritual.

Joanna Escuder
Abril de 2017
Ilustraciones de Thassel Art
Pequeño extracto del libro "El Camino de la Serpiente"