EL MISTERIO DE ORIÓN, LA CONSTELACIÓN DEL CAZADOR

Para los antiguos egipcios a la Constelación de Orión se la conocía como “Sah”, “el de la larga zancada”, posteriormente pasó a conocerse como la Constelación del Cazador, un conjunto estelar de gran importancia en el cielo de Egipto, sobre la época que nos ocupa en la Era de Leo, hace unos diez mil quinientos años aproximadamente.
La correspondencia Cielo-Tierra del Cinturón de Orión, compuesto por las estrellas de nombre Alnitak, Alnilam y Mintaka con las Pirámides de Gizah es evidente y ha sido corroborada por la gran mayoría de los investigadores que han indagado en este tema.


Es pues Orión para el hombre algo que constantemente llama su atención, haciendo que reiteradamente mire hacia su Cinturón, como si esperase una respuesta. Actualmente es la astroarqueología, la que se encarga de dar estudiar y dar explicación a la multitud de monumentos que se han construido a lo largo y ancho de nuestro planeta en perfecta correlación con Constelaciones del Cielo. La astroarqueología está abriendo puertas a inquietudes propias de nuestros ancestros que podrían dar respuesta a muchas de las situaciones que el hombre vive en la actualidad, pues como todo, nuestra conciencia, visto desde la física quántica, es vibración que se mueve en diferentes frecuencias y que asciende o desciende de acuerdo a su capacidad de sintonizarse con la energía universal que es su fuente. No podemos desestimar que el akáshico representa el gran cúmulo experiencial de la conciencia y como tal ejerce un notorio condicionamiento en la creación de nuestro futuro, pues siempre el futuro es una causa-efecto de nuestro pasado, sin el pasado no seríamos quienes somos, este sería el claro sentido del tiempo, una medida que tiende a desaparecer conforme el alma habita con más presencia en el espacio. De ahí que se sepa que desde un plano de conciencia superior la línea de tiempo queda modificada y tiende a desaparecer.

¿Pero por qué Orión era tan importante para nuestros ancestros?

Orión parece tener una relación directa con el supuesto origen de la raza humana, pues de acuerdo a las traducciones de las tablillas de la antigua Sumeria, ahí se habla de que unas entidades procedentes de un supuesto planeta denominado Nibiru, son el motivo y la razón de lo que ha sucedido durante milenios en nuestro planeta tierra. Existen muchas teorías sobre estos seres conocidos como Annunakis en infinidad de textos, que si a alguien le interesa profundizar en ellos, puede encontrar información en la red sin problema. Nosotros no nos vamos a detener en este tema, pero sí es necesario mencionarlo, para ponernos en situación. Añadir que estos seres de Nibiru procedían de la Constelación de Orión, siendo quienes se rebelaron contra el orden establecido y ocuparon este planeta con el supuesto objetivo de “emanciparse” de su origen estelar y fundar un nuevo orden que estaba relacionado con la ocupación de nuestro planeta tierra. Según estas traducciones, fue el dios Marduk de Nibiru quien en su deseo de conseguir oro, un elemento vital para la atmósfera de su planeta, decidió acudir a la tierra y explotar con esclavos las minas de oro que se llevaría de vuelta a su planeta. Esos esclavos no eran otros que los hombres, seres de fácil dominación para un poderoso dios como él. De este mito surge la idea de que el estado actual de esclavitud del hombre sobre un poder superior, gobernado por las familias más poderosas del planeta, mantienen a toda la raza humana sometida a sus objetivos. Es obvio que si esta leyenda había tenido un peso específico suficiente en la cultura sumeria, era muy probable que sentir el regreso a Orión, supusiera una liberación de la esclavitud a la que la conciencia estaba sometida. De hecho podemos asegurar que en tiempos remotos, existía una gran influencia de las posiciones estelares del cielo, con respecto a la tierra y que el hecho de que los observadores astronómicos vieran coincidir en el espacio tiempo a unas estrellas o constelaciones en concreto, les representaba una gran oportunidad procedente de esos orígenes cósmicos, pues para ellos no existía la casualidad, sino la sincronicidad y aprovechando la sincronicidad entre el cielo y la tierra, construían espectaculares monumentos dedicados a esos dioses, como símbolo de bienvenida a la tierra, por ello tenían que ser lugares dignos de tales presencias.

¿Pero por qué el Cielo en la Tierra?

Hablar de la encarnación del Cielo en la Tierra, es hablar de un propósito atemporal del inconsciente colectivo. Si miramos atrás, todas las civilizaciones que nos preceden hablan de este término, y dando una mirada a la actualidad, podemos observar como somos muchos a los que nos continúa inquietando este propósito. A lo largo de la historia, hemos visto como los grandes investigadores de los movimientos celestiales y de sus correspondencias en la tierra, han ido descubriendo monumentos que tienen correlación con constelaciones, el más relevante de todos es el que se refiere al Cinturón de Orión, que como puede verse en la imagen inferior, aparece plasmado en nuestro planeta en tres puntos equidistantes y por civilizaciones diferentes, que nunca se conocieron.


Tanto la tradición del origen del hombre en la Antigua China, como los Mayas y los Antiguos Egipcios, hablaban de que el hombre era originario de esta constelación y que fue Orión quien encarnado en la tierra con el nombre de Osiris para los Egipcios, representaba el origen espiritual de nuestra consciencia, siendo Isis, de procedencia Siria, el estandarte de la madre divina.
No podemos negar que a tiempo presente, todavía sigue persistiendo la influencia de todas estas culturas y que el hombre, en su evolución, es un pletórico cúmulo de escenificaciones entre los poderes del cielo y los de la tierra, siendo ello un motor para su cultura espiritual, que vive y se nutre de millares de manifestaciones que no pertenecen a este plano de conciencia. Es como si el cielo jamás pudiera desvincularse de la tierra para ningún hombre. Esta conexión existe hasta en aquellos hombres que dicen no creer en nada o ser ateos, pues si hacemos un ejercicio de absoluta transparencia con nosotros mismos, obtendremos la respuesta clara de que ello no es posible, no existe ningún hombre que no tenga creencias, pues estas son básicas y esenciales para que la vida tenga algún sentido. No importa el origen de estas creencias, ni aquello que sostienen vivo, lo que importa para la persona, es que ocupan un lugar y tienen forma en su mente, y que es obvio que ante una experiencia impactante para el alma, esta responde desde el silencio de la mente y abre el corazón para recibir el sentimiento que lo une a lo superior, es por ahí por donde se filtra el amor, es entonces cuando la creencia pasa a segundo término y se prioriza el sentimiento, ya no se trata de creer en algo, sino de saber que existe algo, por propia vivencia. Así el más ateo admite sus sentimientos y vive la experiencia transpersonal y así su mente, eleva sus pensamientos y conquista una nueva creencia que le ayuda a sobreexistir en un mundo lleno de controversias.
Si Orión es para el hombre una puerta de regreso al origen de su conciencia, es porque el vínculo con su génesis permanece vivo en algún recóndito lugar de sus células. Esa memoria akáshica es imborrable y por lo tanto se hace visible, tan pronto el hombre está preparado para alinearse con su Ser, en esa alineación permanece viva la esencia, la única huella que le dará garantías de su paso por la tierra.
Para que se comprenda mejor este dinamismo entre cielo y tierra y tierra y cielo, tenemos que saber priorizar los atributos que el hombre le ha dado a lo divino, y tener en cuenta que cada atributo otorgado está relacionado con su nivel de conciencia, es decir con su edad de alma, cultura, raza y circunstancias. No podemos en este punto desligar la evolución de la conciencia de las diferentes Razas Raíz, que muy bien se explican en teosofía, estas Razas Raíz son procesos experimentales que la conciencia colectiva experimenta durante su camino y que representan el exponente de su paso por una línea de tiempo concreta y precisa. Así tenemos la Raza Raíz Atlante, por ejemplo, que caminó por una línea de tiempo anterior a la nuestra, que aún hoy permanece vinculada a nuestra Raza Raíz, la Aria, que está finalizando su tiempo experiencial, para permitir que aparezca la siguiente Raza Raíz, a quien los Mayas denominaron Koradi, la Raza antecesora a la Raza Única o Raza Multidimensional, para la que todavía queda mucho, es mejor centrarnos en el presente y desde las características de este presente, hacer un intento para comprender que los procesos de la conciencia tienen un “para qué”, cuya respuesta tenemos que buscar en cada uno de nosotros.
Es muy posible que ese “para qué” no se responda en breve, es muy posible que ese “para qué” incluso no tenga una respuesta tangible y que represente un exponente del cielo que todavía no ha encarnado en la tierra, debido a la imposibilidad vibracional que este planeta le brinda a las entidades celestes.
La frecuencia de vibración de la conciencia colectiva, se ha elevado visiblemente en su masa crítica, pero no podemos decir que esté asentada y consolidada como un todo tangible, sino que está cruzando por un proceso de maduración que es demasiado reciente como para sentirlo fuerte y poderoso. La gran polarización de la conciencia colectiva se ha producido, siendo muy pocas las entidades que han quedado entre ambos polos, indecisos, sin consciencia clara de si están por el proceso de abanderamiento y cambio, o bien están por alinearse con lo conocido e inmóvil. Estos procesos experienciales son propios del camino y han sucedido en infinidad de ocasiones, en realidad no es nada nuevo para el hombre. Es habitual que las almas con edades más jóvenes ejerzan claras resistencias a los procesos de cambio y resolución evolutiva y que sean las almas con edades más experimentadas las que se posicionen en los procesos de transformación, con claros objetivos de abandonar lo conocido e ir en busca de lo desconocido, tal como lo haría el Arcano de El Loco en el Tarot. La consciencia de dios está ampliada y algorítmicamente se han desencadenado claramente los ritmos que llevan a la consciencia a habitar más allá de toda polaridad, los procesos de despolarización comienzan a ser claros y tangibles, así cada individuo cierra sus vínculos con la Raza Raíz Aria y los abre a la siguiente Raza, la Koradi, quien filtra sus más puras características, que no son otras que las de habitar más allá de la dualidad universal, despidiéndose de cualquier percepción dual que lo siga sujetando al plano material. La conciencia de esta Raza habita, crece, y se desarrolla desde otro plano y es desde ahí desde donde se sabe integrado con su origen, desaparece toda separación entre cielo y tierra y se inicia una línea de tiempo que vibracionalmente no cruza por la 3ª Dimensión sino que ya lo hace por la 4ª para consolidarse en la 5ª.



Joanna Escuder
11/01/2018
Artículo de la 3ª Parte del Misterio de la Doble Esfinge
del trabajo de investigación: PROYECTO ESFINGE