Conclusiones de la Investigación del caso de las niñas desaparecidoas de Hilarión Eslava

TERCERA PARTE
del libro EL ESTIGMA DE LA MEMORIA de Joanna Escuder, año 2010 
  


  
El que no sabe que no sabe, es un necio, déjalo. El que no sabe y sabe que no sabe, quiere aprender. Enséñale. El que sabe y no sabe que sabe, está dormido. Despiértale. El que sabe y sabe que sabe, es un sabio. Síguele.
Máxima Budista


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Segur de Calafell, Enero de 2010
Revisión del texto, de los datos y nuevas aportaciones

Pasados unos años desde que escribí este relato basado en hechos reales acaecidos en mi propia familia, tal y como Mª Carmen comenta en su prólogo, al revisar los acontecimientos de la vida con, la perspectiva del tiempo, podemos encontrarnos con un cambio en la percepción de los mismos que nos conduzca a opinar, ver o entenderlos de un modo diferente. Quizás cosas que quedaron ocultas en su momento, se vuelvan claras de repente, quizás todo lo contrario, aquello que nos parecía tan claro y contundente de repente se enturbie. Es este mi caso.
Revisando paso a paso la escasez de datos que se tienen y que derivan en una investigación y sentencia del caso, tal y como hemos visto en el relato. A día de hoy, si traslado todo ello, tanto en su conjunto como por piezas, en mi modesta opinión no daría por veraz ni cierto el desenlace que en su día la justicia terrenal y la prensa sentenció.
Debe ser por deformación profesional, al haber trabajado durante más de 20 años en un laboratorio de investigación, muchas veces, junto a la policía judicial, lo que hace que sospeche que tanto las pruebas como los datos de la investigación, trasladados a la actualidad, no podría ésta darse por conclusa. Es por este motivo por el que entrecomillo la muerte accidental de las niñas.
Por supuesto, no hablo alegremente, antes de pronunciarme de este modo he consultado con investigadores policiales de confianza, geólogos y otros compañeros relacionados con la investigación forense. Después de mis propios sondeos y de lo hablado con los expertos, no existen suficientes datos concluyentes y si muchas fugas por las que se escapan las fuentes de la realidad de los acontecimientos.
Son, por supuesto estos comentarios una opinión personal que hace que no pueda pasar por alto, resaltarlos en la historia. El hecho, además de que el relato lo haya dirigido a la narración de la afectada por decisión popular, como fue Mariana, hace que no pueda pronunciarme en cuanto a las tres verdaderas víctimas, debido a que a día de hoy, esas niñas tienen una familia con otros estigmas en su memoria, pero con idénticos lamentos y dudas. Me veo en la obligación de no sacar a la luz otras sospechas que no sean las que quedaron recogidas en su momento, en los interminables artículos periodísticos de la época. Pero no por ello acallar aquello que la razón exige. 


No olvidemos que en esa época, a escasos pasos de la guerra civil, se fraguaban por todos los rincones las eternas disputas de la derecha contra la izquierda y viceversa. En esos momentos de denotada tensión política, los únicos medios de comunicación, eran los rotativos, que ante tanta demanda, llegaban a realizar dos ediciones diarias.
Si a día de hoy consideramos a la prensa como sensacionalista y a sus lectores como amantes del morbo, estamos siendo demasiado duros, pues, he descubierto a través de este trabajo que lo de “ahora”, podría considerarse precario a comparación con lo de “antes”. Lo entrecomillo, ya que no existe una línea divisoria clara entre ambas circunstancias, sólo una progresión descendente o rítmica. Queda claro que al no disponer de otros medios de comunicación, los artículos vertidos en los periódicos, debían mantener la tensión, el morbo y sobre todo la osadía periodística, que está más que constatada en este suceso.
Debido a que la justicia actual ha evolucionado claramente hacia la defensa de cualquier desagravio personal o colectivo, no es posible, hablar con esa osadía mediática antigua, por suerte para nosotros. Los articulistas de entonces, no estaban tan “obligados” a contrastar sus investigaciones, las filtraciones policiales eran “lo habitual”, el abuso de poder, estaba mucho mejor urdido, por lo que, esos que ostentaban el poder, ya fuera político o religioso, quedaban impunes ante una sociedad sumergida en la ignorancia y preocupada, principalmente por sobrevivir.
Dicho lo cual, deduzco que debía ser relativamente fácil, que el poder, a través de la prensa, desviara la atención hacia los derroteros que quisiera y así, establecer un claro refugio a sus andanzas. Alejando cualquier sospecha, que pudiera recaer en sus nobles e intachables personajes.

A continuación detallo los apuntes y otras anotaciones, deducciones y sondeos, derivados de la investigación particular que en mi propio nombre realicé, sin por ello declarar dichos argumentos como la verdad, sino únicamente, aportar un nuevo punto de vista, contrastado con expertos a quienes puse al corriente del tema y la preocupación acentuada por haberse dado por cerrado algo que tiene grandes puertas abiertas a otros derroteros.

  

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No se nos manda evitar sino redimir asumiendo.
T. Dethlefsen y R. Dalhke


Apuntes y anotaciones procedentes de mi particular investigación

Como hemos constatado, en la conciencia de la mayoría de las personas que en su momento hicieron declaraciones, existía una sospecha común, de que algo muy grave había ocurrido con las niñas. Todos sabemos que el sensacionalismo y el morbo es un importante motor emocional para el ser humano, aún así, nadie sospecha de un posible accidente, ni tan siquiera se comenta.
Dña. Mariana, como todos la llamaban, como hemos visto era una persona de un nivel económico ligeramente más elevado que la media del barrio, por lo que no tenía sentido que estuviera implicada en ningún tipo de secuestro u homicidio por intereses económicos, aún así fue señalada y juzgada. Quizás alguien podía tener intereses ocultos para desviar la atención sobre su persona.
En la entrevista que se hace a Mariana, después de la sentencia en la que se afirmaba la muerte accidental de las niñas por un deslizamiento del terreno, ella resalta que cuando supo que las pequeñas jugaban en ese lugar, tuvo que advertirles de los peligros desde el punto de vista moral. Cuando a los habitantes del barrio les asalta la preocupación de la moralidad, tienen habitualmente un motivo justificado. En diferentes recortes de prensa se levantan sospechas sobre personajes de inquietantes intenciones, como ha quedado constancia en el relato.
En el Diario La Nación fechado el 14 de Junio de 1924, se escribe que un testigo espontáneo “no recuerda haber visto grietas ni cuevas y sí en cambio un terraplén cortado a plomo”.
Haciendo un exhaustivo repaso de los acontecimientos de la investigación del caso, queda patente que ésta se centró única y exclusivamente en la identificación de los cuerpos, en datar la muerte y en hacerla coincidir con la fecha de la desaparición. En ningún caso, se hace un estudio exhaustivo de otras posibles causas, sino que se presupone que fueron originadas por un hundimiento, y a consecuencia de ello se produce la muerte.

Dudas que pueden contrastarse y esclarecer cosas:
Los huesos de las niñas se encontraron con tierra adherida, según el informe médico, se comprobó que la tierra adherida a los huesos, era la misma que la de los terrenos donde se encontraron los cuerpos. La determinación se hizo mediante un análisis cualitativo, encontrándose restos de mica igual que en los terrenos, en ningún caso se habla de porcentajes de composición de los diferentes elementos de las tierras analizadas. Siendo arriesgado afirmar que la tierra es la misma con unos datos tan insustanciales. Como dicen los técnicos actuales, el porcentaje de mica es un dato en exceso insignificante como para dar por seguro que se trata de un mismo suelo. La composición de los elementos minerales acostumbra a variar mucho en pocos decímetros o metros y entre diferentes capas.
Siguiendo con las aportaciones de los expertos, comentar que un movimiento de tierras suficiente para sepultar tres personas, requiere de que al menos durante un par de días se hayan producido lluvias con un caudal significativo como para que el volumen de tierras que se desplace, deje atrapadas a tres criaturas y que ninguna tenga oportunidad de escapar y salvarse. Debería ser algo muy violento. Los deslizamientos de un terreno, a no ser por fenómenos atmosféricos suficientemente adversos, no se producen de forma tan rápida, sino que son fenómenos bastante lentos como para huir, refugiarse o pedir auxilio. Parece además en demasía extraño, que al pie de una pendiente en la que se acumularía un caudal importante de agua, estuvieran tres niñas solas, bajo la lluvia o bien después de haber llovido.
Este razonamiento, hizo que me pusiera en contacto con el Instituto Nacional de Meteorología de Madrid, quienes me aportaron el registro de las lluvias en esas fechas:
Año 1924: 5 de mayo: 0.5 l/m2; 6 de mayo: 7.0 l/mtormenta con granizo; 19 de mayo: 0.5 l/m; 22 de mayo: llovía ligeramente por lo que no hay datos registrables; 24 de mayo: no hay registro de lluvias. Fue éste el día de la desaparición.
Como puede comprobarse los registros de lluvias en los días previos al suceso no son destacables, eso hace que me sigan asaltando las dudas.
Como se informa en los estudios periciales, los cadáveres se descompusieron a 50 cm de profundidad. Me pregunto si, teniendo en cuenta los factores climatológicos, lluvia, viento, frío, calor, movimientos vibracionales y otros factores medioambientales, ¿cómo es posible que los restos, sólo estuvieran a esa profundidad, después de cuatro años? Si fue realmente un movimiento del terreno lo que las sepultó, debió de ser de muchos metros cúbicos, para quedar a esa profundidad, la suficiente para sepultar pero insuficiente para que nadie lo advirtiera. En cambio, no tenemos pruebas de que los terrenos se pudieran mover y menos en esas magnitudes. Vistas las fotos de los terrenos que aparecen en los diarios y conocidos los datos climatológicos, se deduce que un deslizamiento de terreno cerca de un terraplén, en un día sin lluvia, como mucho podría sepultar un perro pequeño.
Normalmente un suelo inestable tiene tendencia a romperse, deslizarse, etc.. Esta situación de desequilibrio se ve favorecida por la presencia de agua, pues aumenta la presión intersticial, que va en contra del rozamiento interno del terreno y de la cohesión. Lo normal es que cuando llueve mucho, las presiones intersticiales aumenten bastante, lo suficiente como para romper el terreno. Si llueve poco y el terreno se rompe, es debido a que el suelo ya ha quedado afectado por inundaciones anteriores, no siendo este tampoco el caso. Por tanto, si no tenemos el factor agua, se complican aún más los motivos por los cuales unos terrenos cederían en esas magnitudes como para sepultar a tres niñas.
Siguiendo con opiniones contrastadas con expertos, añadir que un desprendimiento de tierras de ese grueso, es difícil que pueda sepultar a tres niñas sin dejar señales que muestren una parte, un objeto o un pequeño rastro que lo delate, eran tres personas, alguna echaría a correr, lucharía, intentaría escapar, alguna cosa que después del rastreo policial del día de la desaparición y posteriores, levantara sospechas. ¿A nadie, en todo ese tiempo se le ocurrió buscar en esos terrenos, donde presumiblemente había grietas y hurgar en ellas…?
Se debe advertir, también, que parece extraño que no existieran deformidades óseas por aplastamiento, sobre todo, teniendo en cuenta que hablamos de huesos todavía demasiado tiernos cuya estructura no es sólida. Lo lógico sería hallar fracturas por aplastamiento, en costillas, pelvis e incluso cráneo.
Para la determinación de las edades de los restos de huesos encontrados, no sólo se utiliza la longitud de los mismos, también se mide el ancho de las diáfisis y las epífisis de los huesos según tablas que nos indican la edad en condiciones de crecimiento normal. Aunque, realmente la edad de un hueso se determina por el estado de apertura o cierre de las epífisis, estos son los cartílagos de conjunción que determinan la edad de ese hueso y en consecuencia la de su propietario. Está también el test de Risell, en las palas ilíacas, que sólo se cierran al terminar el crecimiento, pero que radiológicamente indican la edad, más o menos, por su estado de cierre, que lo hace entre los 17 y los 19 años, aproximadamente. Menciono esto debido a que la obtención de la edad a partir de los huesos encontrados, se hizo con un margen de error muy amplio, demasiado como para que hoy día se aceptara como prueba.
De acuerdo con el informe forense, la muerte no se produjo por golpe alguno, ya que dos de los cráneos estaban intactos, sólo uno de ellos estaba roto en 55 pedazos (según palabras de un recorte de prensa), por lo que se dedujo que el óbito sobrevino por asfixia. Se entiende que no se pudo concretar más sobre la presunta asfixia, ya que al no existir tejidos blandos, no se pueden apreciar las petequias y sufusiones hemorrágicas típicas de las asfixias.
Como conclusión a estas incertidumbres, decir que en el caso de aceptar que se hubiera producido un deslizamiento de tierras, éste puede ser lateral o producirse desde cierta altura, en ambos casos, golpea y aplasta. En el caso de que hubiera sido un desplome de tierras en un terreno con grietas, el aplastamiento sería lateral o por cubrimiento, caso en el que la profundidad de los cuerpos sería mucho más importante.

Indicios de otras afirmaciones, confesiones y declaraciones, que no coinciden con la sentencia:
En una entrevista realizada al Dr. Maestre por uno de los periódicos más importantes de la época, éste declara:
“La ciencia tiene medios suficientes para llegar a esclarecer este suceso. Entiéndase por esclarecimiento el poder contestar a aquellas preguntas que nos hace el juez”.
Creo que no son necesarias las palabras.
Declaración al juez Sr. D. Fernández de Quirós, de Sr. Santiago Madrigán, tabernero de la calle Hilarión Eslava: “No recuerdo haber visto nunca cuevas ni grietas, ni siquiera he oído hablar de ellas. Las excavaciones en esta calle, únicamente se han hecho mucho tiempo después de haberse perdido las niñas”.
Ese mismo día, le llegó al juez un informe de los ingenieros a quienes se les tenían asignado el caso, en el que se concluía que “en esa zona no existían cuevas ni grietas, que se trata de un vertedero de terreno echadizo”.
Uno de los capataces que se ocupó de la recogida de los huesos en el momento del hallazgo, entregó al juez, de acuerdo con un artículo de prensa, un paquete en el que entre los huesos humanos se hallaban también restos pertenecientes a animales.
Se filtra a la prensa la declaración de la madre de María Ortega al Sr. Juez, en la que afirma que está convencida de que su hija y sus amigas fueron secuestradas.
Las madres de las tres niñas declaran al Diario de Barcelona sobre los restos humanos hallados. Ninguna de ellas tiene seguridad de que los restos pertenezcan a sus hijas. Tampoco reconocen ni identifican los hallazgos y añaden que no existían tales cuevas y en caso de existir, la policía las hubiera examinado detenidamente en su momento.
En ese mismo artículo, aparece la declaración de un tal Sr. Roque García, propietario de varios solares y que en la época del suceso vivía a tan sólo 22 metros del lugar donde se encontraron los restos, en la que asegura terminantemente que en aquella época no existían ni cuevas ni grietas.
El geólogo Sr. Kindelan asegura al juez en el primer examen, que “las tierras, en el caso de que hubiese habido hundimiento de cuevas, no podían haber ocultado los cuerpos de las 3 niñas”.
Extrañamente a todos estos cuestionamientos sobre las cuevas, las grietas y los hallazgos, aparece de pronto el testimonio de un cartero de la zona, llamado José Becerril, quien dice que acudía a menudo a orinar por aquellos terrenos y que conoce la existencia de socavones que sirven de refugio a pordioseros. El cartero está convencido de que las niñas murieron aplastadas por un desprendimiento de tierra y añade que en la época de la desaparición no pasaba nadie por allí y que por tanto, nadie pudo advertir el desprendimiento, porque las tierras siempre estaban removidas por los volqueteros que se llevaban tierra de la zona. Sigue diciendo que esos mismos volqueteros debieron ser los que se llevaron parte de los huesos que no se han encontrado.



Las imágenes no se corresponden con el lugar del hallazgo ni con la época de la desparición.

Retazos de publicaciones, con comentarios que considero de interés resaltar:
En una publicación del diario Por qué, sin fecha, aparece un artículo sobre el caso, bajo el enunciado Sucesos sensacionales de ayer en España, escrito por J.R. de Ayora. Parece el segundo capítulo de una serie de ellos, ya que está enumerado así, Las niñas desaparecidas II. En este reportaje de varios años después de la sentencia – presupongo - descubro que se anunció una recompensa sustanciosa. Transcribo textualmente la información vertida en este artículo:
“Recompensa: Tan notable colaboración fue debida a la eficaz intervención del General Martínez Anido, que, instituido el Directorio Militar que acaudillaba el General Primo de Rivera, desempeñaba el cargo de subsecretario del Ministerio de la Gobernación.
El experto General fue informado de cómo las gentes desfilaban de continuo por la calle de Hilarión Eslava para contemplar, bien de cerca, las casas de las desaparecidas, de cómo la opinión pública calificaba de inepta a la policía y a las fuerzas del orden público a las que se había confiado el hallazgo de las tres niñas; de cómo aquellas continuaban su búsqueda hasta agotar los menores indicios… conocedor del interés que las gentes de todo el país mostraban por la solución de aquel suceso de tan acusado carácter aflictivo y sentimental, D. Severiano Martínez Anido se puso al habla con el director general de Seguridad, quien facilitó la siguiente comunicación, que publicaron, en lugar destacado, todos los periódicos: Aún cuando la Dirección General de Seguridad ha ordenado las más activas gestiones a la policía gubernativa y se ha dirigido a la guardia civil de toda España, dándole las señas de las tres niñas que desaparecieron de sus domicilios, radicados en la calle de Hilarión Eslava, el sábado 26 de los corrientes, hace público por medio de la prensa, dada la absoluta carencia de indicios del paradero de las referidas criaturas, que premiará con 3.000 pesetas a quien facilite la pista o algún dato relacionado con dicha desaparición, prometiendo guardar la más absoluta reserva de las confidencias que reciba. Si los datos o indicios provinieran de más de una persona, dividirá el lote en tres premios de 1.000 pesetas cada uno”.

Continuando con los sucesivos artículos de Sucesos sensacionales de ayer en España, capítulo El cerro negro, quisiera destacar lo que el articulista comenta con respeto al interés de la reina-madre, por el caso y la orden en la que derivó, así como declaraciones que no pudieron contrastarse ni resolverse, abriendo más y más sospechas sobre el paradero de las niñas. Transcribo, en este caso, la totalidad del artículo.
“El suceso trascendió al público madrileño que lo comentó apasionadamente: la reina-madre Doña María Cristina, que tanto quería a España, que tanto se interesaba por las personas y las cosas de la capital de la nación, pensando en la tragedia de la calle Hilarión Eslava, no pudo dormir aquella noche.
Se levantó más temprano que otros días y se personó en la alcoba donde todavía descansaba el Rey, al que hizo saber la preocupación que le causaba la prolongada desaparición de las tres niñas, de las que se ocupaba la prensa desde hacía ya cuatro días. El sentimiento y el pesar del Rey Don Alfonso XIII, estuvo siempre de acuerdo con el de su augusta madre. Así, poco después, al entrevistarse con el presidente del Directorio Militar, Don Miguel Primo de Rivera, le transmitió la ansiedad con que su progenitora y él veían el desarrollo del caso; lo que éste puso en conocimiento del ministro de la Gobernación; el ministro, con el subsecretario del Departamento; y el general de Seguridad Martínez Anido, con el director general de Seguridad, que llevaba ya tres días sin hallar descanso, sin abandonar el despacho oficial, desde el que permanecía en contacto con el jefe superior de Policía, el director general de la Guardia Civil y los gobernadores civiles de toda España, instándoles a que prosiguieran con mayor celo del empleado hasta entonces, la busca de las tres inocentes criaturas.
Orden General. Como consecuencia del interés mostrado por la reina-madre, Don Alfonso XIII, el general Primo de Rivera, el ministro de la Gobernación y el subsecretario del Departamento, con fecha 30 de mayo de 1924, el director general de Seguridad, dictó una orden general que dieron a conocer todos los periódicos de España:
Se interesa la busca y captura de Ángeles Cuevas Guillén, de 7 años de edad, hija de Francisco y de Carmen. Estatura, la propia de su edad. Delgada. Pelo rubio. Viste traje color ocre; alpargatas blancas, sin medias. Despareció de su domicilio, calle Hilarión Eslava, 71, piso bajo.
De María del Val Paredes, de 6 años. Hija de Tomás y de Dionisia; estatura, la propia de su edad; rubia; de ojos azules, pestañas negras, con un lazo azul en el pelo. Viste traje de percal oscuro a rayas; calcetines y botas de ternero claras, con piso de goma. Tiene una pupita en la región frontal derecha; desapareció de su domicilio paterno, calle Hilarión Eslava 64, principal 7.
María Ortega Guirao, de 10 años de edad; hija de Enrique y de María. Estatura, la propia de su edad; color moreno, ojos y pelo negros. Tiene las piernas algo torcidas para adentro. Viste traje azul oscuro y calza alpargatas blancas y calcetines de color marrón. Como seña particular tiene una pequeña cicatriz en una de las sienes. Desapareció de su domicilio calle Hilarión Eslava, 71, piso bajo.
Como consecuencia de aquella orden, los registros llevados a cabo por la policía, la guardia civil y las fuerzas del orden público se extendió, además de a los barrios extremos de la capital y a los pueblos de los alrededores y de la totalidad de la provincia de Madrid, a las casas de dormir de los barrios bajos; posadas de la Cava Baja, donde solían albergarse gitanos y buhoneros; paradores situados en rondas y puentes; chozas y alhóndigas; a los dos campamentos de gitanos que se hallaban establecidos en las orillas del Manzanares; a los barrios que usufructuaban los traperos en Tetuán de las Victorias. Las batidas llevadas a cabo en los lugares donde acostumbraba a tener sus contactos la gente del hampa fueron continuas. Realizadas con tesón y celo, pero, como hasta entonces había sucedido, resultaron infructuosas. Y al jefe superior de Policía y al director general de Seguridad, aposentados en el retiro de su despacho, hubieron de decir a la prensa aquella noche:
-¡Desgraciadamente, las niñas que buscamos continúan sin aparecer! ¡No obstante, el afán investigador que estamos poniendo en práctica, no hay nada nuevo!
Actuación Judicial. Otro tanto sucedía al juez, a quién correspondió la instrucción del sumario, que era el del distrito de la Universidad, Don Felipe Fernández y Fernández de Quirós. Aquella mañana, tras haber recibido instrucciones del fiscal de la Audiencia, se personó en el número 71, y en el 64 de la calle Hilarión Eslava, ampliando las declaraciones prestadas anteriormente por los familiares de las desaparecidas; visitando la tienda de ultramarinos, a donde fueron enviadas a comprar patatas; interrogando a la maestra Doña Mariana Escuder, que fue quién envió a María Ortega a aquel lugar, encaminándose a realizar el encargo acompañada de sus dos vecinas. Como remate de sus actuaciones, aquel día, el juez instructor, se trasladó a la cárcel Modelo, interrogando al padre de una de las desaparecidas, que se encontraba allí preso.
Noticia confusa e incierta. En las últimas horas de la tarde de aquel día, se esparció por Madrid la noticia de que las criaturas extraviadas habían aparecido. El rumor llegó a la Dirección General de Seguridad y a otros centros oficiales, dándoles cuenta de que se encontraban en el Cerro Negro, situado a respetable distancia del Puente de Vallecas, sobre el espacio de terreno montuoso, por donde discurre la línea del ferrocarril de Andalucía.
La noticia del hallazgo, dada la extraordinaria resonancia del suceso, produjo una enorme sensación, siendo innumerables las personas que se encaminaron hacia el puente para confirmar el rumor o desmentirlo.
El Cerro Negro, constituyó el tema de más palpitante actualidad aquel día. Cuando la multitud se estacionó en sus inmediaciones, vieron como un Teniente de la Guardia Civil, que se encontraba allí al frente de un Cabo y de varios Guardias del benemérito instituto, interrogaba a una mujer de mediana edad, la que aseguraba haber visto en el Cerro a un hombre acostado, que al verse sorprendido echó a correr y huyó rápidamente, arrojando antes, en un arroyo próximo, un envoltorio que, según le pareció, contenía ropas de niña llenas de sangre.
Ateniéndose a la aseveración de la desconocida, los miembros de la benemérita, interrogaron a los residentes en aquellos lugares, recorrieron las paralelas del ferrocarril, desde su arranque de la estación del Mediodía hasta la del pueblo inmediato. Los arroyos a que se había referido la denunciante se encontraban secos, faltos de la corriente que solían tener en épocas lluviosas o de invierno… la decepción experimentada afectó tanto como a los innumerables madrileños que se habían personado en el Puente de Vallecas y en el Cerro Negro acuciados por el deseo de saber…
Fue, ciertamente, una noticia confusa. Incierta, arbitraria, como habrían de ser las muchas que se produjeron aquellos días, como verán nuestros lectores en el próximo reportaje”.
Con el fin de que quede constancia de otras muchas sospechas que se produjeron en los días posteriores a la desaparición, transcribo un pedazo de un artículo en el que se abre una sospecha hacia una mujer de dudosas prácticas:
“…Pese a las acertadas gestiones que se llevaban a cabo, a las investigaciones, la impresión sentida por la policía era la de que las inocentes criaturas no habían rebasado el radio de la barriada del Lozoya, de Caño Gordo, de Cuatro Caminos, de los alrededores de la Moncloa, del renovado conjunto de la Ciudad Lineal… Se efectuaron varias detenciones: una de ellas, la de una mujer dedicada a la contratación de niñas de siete a once años que, con engaños, enviaba fuera de Madrid… Así, hasta que se divulgó la noticia de que las tres menores tan ansiosamente buscadas habían sido vistas en El Escorial…”.
“…Ocurrió que dos agentes de vigilancia de los que prestaban servicio en los pueblos de las proximidades de Madrid, tuvieron conocimiento de que el día anterior tres niñas de la misma edad y circunstancias, vestidos y peinados que las desaparecidas, habían sido vistas, comiendo en un bar, en compañía de un joven de unos veinticinco años de edad, con el que marcharon luego en dirección a la Lonja del monasterio, y más tarde, hacia la ladera de la montaña, en cuyo remate se alza, labrada en la roca, la llamada ‘silla de Felipe II’…”
“…El torbellino de gente despertó la atención del juez de instrucción de El Escorial que se consideró obligado a intervenir, iniciando la instrucción del correspondiente sumario ya que la opinión imperante era la de que las niñas que desaparecieron días antes en la calle Hilarión Eslava, de Madrid, habían sido secuestradas y se mantenían escondidas en el Real Sitio…”.
Ante esta noticia, se movilizó una gran parte de la población que “obligaron” a las fuerzas del orden a tomar medidas, como menciona el artículo. Pasados unos días, aparecen nuevos comentarios, aclarando que después de realizados los trabajos de investigación oportunos, se cree que unos hombres del barrio, al parecer ebrios, decidieron lanzar el bulo con la única intención de cobrar la recompensa. Conclusiones que nunca llegarán a ser clarificadas completamente.
En sucesivos días, las declaraciones al juez y los sospechosos iban y venían, sin concreciones finales, como era habitual en el suceso. Alarmó significativamente la realizada por el padre de una de las niñas:
“…La declaración que prestara Enrique Ortega, padre de María, cuando fue interrogado por el juez instructor de la causa, que lo visitó en la cárcel Modelo, infundió una amplia desviación al suceso, que semanas después de acaecido continuaba apasionando a toda España.
El mencionado recluso, como motivo principal de su desaparición, reveló al juez la sospecha que abrigaba de que su hija y las dos jovencitas que la acompañaban, podían haber sido secuestradas por un hermano de María del Val Paredes, notable artista acrobático que desde hacía varios años trabajaba en el Circo Cortés, que por aquellos días celebraba sus actuaciones en la feria de Teruel.
-Hace unos meses –dijo – cuando Miguel del Val estuvo en Madrid, se fijó en mi hija, a la que estuvo adiestrando en diversos ejercicios gimnásticos, asegurando que cuando fuera mayor se convertiría en una gran artista de circo. Como en los circos ecuestres se necesita personal, yo opino que el joven del Val vino a Madrid, y burlando la vigilancia de sus familiares, se llevó a mi hija y a otra niña, para adiestrarlas en los servicios del circo donde trabajaba.
De acuerdo con esta declaración, el juez de Madrid ofició al de Teruel, ordenando el desplazamiento a la histórica ciudad aragonesa de varios agentes de vigilancia, encargados de entrevistarse con Emilio del Val, averiguando cuanto pudiera haber de verdad en las declaraciones de Enrique Ortega…”.
Después de las indagaciones pertinentes, las niñas no se encontraban en el Circo Cortés, que además, debido a unas fuertes lluvias, había quedado semidestruido, y algunos de sus trabajadores malheridos, entre ellos el hermano de María del Val. A raíz de ello, el juez declaró a la prensa:
“ – Seguramente – dijo a los informadores de prensa – los que las retienen, no se atreven a desprenderse de ellas por el revuelo producido alrededor del suceso y haber acabado por comprender la responsabilidad en que han incurrido.
El 16 de Junio prosiguió el informe judicial, asegurando que, rechazada la afirmación de que las niñas habían atravesado la frontera francesa, nada nuevo se había producido. Las detenciones últimamente practicadas quedaron sin efecto. A medida que pasaban los días la desorientación, el desaliento eran mayores.
El 30 de Junio de 1924, el sumario instruido se dio por concluso, sin perjuicio de que se procediera a su reapertura si se producía algún suceso que lo motivara…”.
No pasemos por alto que en un artículo de prensa se expone que la esposa del Sr. E. Ortega, declaró al juez que su marido estaba en prisión por abusos deshonestos a una niña de la barriada.
En otro relato de los hechos aparecido años más tarde se dice:
“Los sospechosos no tardaron en recobrar su libertad, una vez demostrada la falta de fundamento de las acusaciones que pesaban sobre ellos. Pero…
Aquello –no podía quedar así -. Y se fijó la atención sobre Dña. Mariana, la maestra que mandó a por patatas a María Ortega. ¡Qué casualidad! Resulta que Dña. Mariana tenía una amiga, la Srta. Mercedes Morales, persona de carácter muy caritativo y arraigadas creencias católicas, instructora de catecúmenos y catequistas, muy activa por contera.
-¡Esas han sido…! La maestra, la primera y la beatorra, que las metió en un convento a las pobrecitas, cualquiera sabe con qué fines…
Y claro, para adornar el melodrama, se especuló con extrañas complicaciones de sátiros, jorobados y elegantes automovilistas con gafas y guardapolvos.
Es el caso que la maestra y la catequista fueron a dar con sus respectivas humanidades en la cárcel de mujeres que existía en aquellos tiempos en la calle Quiñones, tras de difíciles interrogatorios, pues la voz pública las acusaba de estar confabuladas para hacer desaparecer a las niñas. La opinión estaba excitada y fue preciso registrar algunos conventos y el patronato de la calle de Gaztambide, paralela a la de Hilarión Eslava, para, ante el resultado negativo de tales diligencias poder calmar los ánimos…
…Tenemos a la vista numerosos documentos de entonces. En algunos de ellos se habla del procedimiento incoado con el número 239, que fue considerado terminado el 7 de abril de 1925, y por auto de la sección 3ª de lo criminal de la Audiencia de Madrid, el 15 de Junio siguiente, se declaró la causa sobreseída provisionalmente quedando sin efecto los procesamientos de doña Mariana y de su amiga, la señorita Morales. Constaba de cinco cuerpos, tres de ellos de servicios negativos y los mecanógrafos se despacharon, probablemente no a su gusto, sino todo lo contrario, a lo largo de 1350 folios.”
Como constancia de que la conciencia humana a lo largo de los años y tras sucesos similares como siguen existiendo hoy día, no ha evolucionado mucho, respecto a la frialdad y descorazonamiento con que son vilipendiados los familiares y protagonistas de sucesos escabrosos, transcribo este otro retazo, del que se hacía eco, el mismo artículo anterior:
“Durante muchos años prosiguió la investigación en torno a la desaparición de las tres niñas, suceso encajado de manera variopinta que iba desde el más desaforado melodramatismo a otros aspectos que reflejaban no muy humanos sentimientos en sus autores. Canciones, caricaturas, supuestos jocosos e hirientes, por irrespetuosos ante el dolor ajeno, para los atribulados familiares de las tres niñas.
Uno recuerda allá en los tiempos en que hacía sus primeras escapatorias hacia alegres lugares de esparcimiento, haber visto y oído cuplés a cargo de descocadas artistas, entre pícaros guiños y expresivos contoneos…”
Sin palabras me quedo.
En un artículo del año 1928 firmado por J. Pinto Maestro, aparecido en el Diario Regional de León, titulado El calvario de una inocente, se hacen las siguientes reflexiones:
“De ella se dijo que pudo haberse prestado a facilitar la libidinosidad de alguien y más tarde se la hizo cómplice de un secuestro odioso. Y las insinuaciones brutales, la despiadada pintura, el cuadro sombrío que hicieron con la vida honrada de la mujer, despertó el instinto de aversión en sus conciudadanos, el huracán ahogó la voz de la inocencia, el rum-rum, apegó la protesta. Vino el desprecio, la animadversión pública. La miseria se enseñoreó del hogar feliz. Las calamidades hicieron presa y hubo de huir, de ocultarse como si realmente hubiera cometido un crimen.
¿Hay derecho a que por hacer un folletín con fines puramente comerciales, se pueda lanzar una información en que se eche a rodar la bola de nieve de la calumnia, que engrosada a medida que rueda, con el copo de la malevolencia, destroza una vida?...”
El colmo de los colmos, sobreviene cuando leo en un recorte de periódico, sin fechar ni identificación posible, en el que a pie del mismo aparece una más de las muchas suscripciones económicas a favor de Mariana Escuder, en el que el periodista acusa a compañeros profesionales de otro periódico de levantar falsos testimonios, al difundir una noticia falsa en la que se detalla una declaración de una vecina de la calle Hilarión Eslava, que supuestamente a recibido una carta, cuyo remitente es Salvador Gómez, esposo de Mariana, en la que dice tener sospechas de su propia esposa, debido a dudosos comportamientos. Ni la carta ni la vecina aparecieron nunca públicamente, y se sabe que ni tan sólo hubo testimonio ante un juez.
Es interesante añadir la declaración del propio descubridor de los huesos de las niñas, el estudiante, por entonces Sr. José Fernández Gordo. Textualmente explica en el diario El Debate, fechado en martes 21 de Febrero de 1928, lo siguiente:
“Llevado por la curiosidad científica al constatar que el cráneo era humano y ante las autoridades policiales, levantamos la tierra un poco y encontramos la vertebra atlas, una vértebra cervical, un hueso astrágalo, un frontal, una tibia, dos o tres clavículas y un radio. Acompañado de mi amigo, escarbamos un poco más y encontramos un disco de cobre muy deteriorado. Sospechamos que era una moneda, la limpiamos y vimos que eran diez céntimos. Al hallar algunas monedas más, pensamos si allí encontraríamos alguna cantidad importante de dinero, quizás un tesoro. Finalmente el total de dinero ascendía a 75 céntimos. Después de hallar, también una bota, un calcetín y algunos huesos más, avisaron a la Comisaría”.

Es sorprendente la cantidad de contradicciones que encontramos en esta historia, la última es la que publica este mismo periódico, en una continuación del artículo de subtítulo: Las niñas jugaban donde se han hallado los restos. Según el mismo, en una visita del periodista a Barcelona, en la que afirma no haberse identificado como tal, entrevista a Salvador y a Mariana, y escribe sobre una supuesta confidencia que le hace la Maestra:
“Les dije que no fueran allí, no sólo por el temor de una caída o desprendimiento, sino por la gente peligrosa que pululaba por aquella barriada, y más aún por no mezclarse con chicos. Las pobres niñas me contestaron que iban allí para no tropezar con los chicos grandullones, que las molestaban y les destrozaban los juguetes. Allí en las cuevas estaban sola y jugaban a su gusto”.
Es curioso comprobar que este y otro artículo catalán, son los únicos recortes de prensa en los que se pone en boca de Mariana el conocimiento de dichas cuevas y de que las niñas acudían a aquel lugar de forma habitual, cuando hemos comprobado que sus propias madres no reconocían la existencia de esas cuevas.
Una vez leídos, explorados y concienzudamente examinada toda la información que ha llegado a mis manos sobre el tema sólo me resta añadir un último comentario a este claro discurso de intereses políticos, partidistas y religiosos que no hacen más que enredar más, si cabe, el desgraciado suceso que a tanta gente afectó.
Echando un vistazo rápido a las posibilidades sobre el trayecto realizado por las pequeñas en el momento de acudir al encargo de la maestra, nos encontramos con 2 posibles recorridos desde la casa de la maestra situada en Hilarión Eslava, a la tienda de ultramarinos a la que nunca llegaron a comprar las patatas, situada en la calle San Bernardino y el lugar en el que supuestamente fallecieron sepultadas, calle de Cea Bermúdez.
Realizando un cálculo aproximado con niñas de la edad de las desaparecidas, hemos obtenido una velocidad media de paseo de 0,5m/s.
Si trazamos el itinerario directo desde su salida de la casa hasta el colmado, la distancia es de aproximadamente, 1200 m, lo que supone unos 40 minutos de trayecto.
En cambio, si trazamos el camino alternativo, que supuestamente decidieron coger, tenemos que tuvieron que ir en dirección contraria a su destino, para acudir a jugar a las cuevas, ampliando el trayecto en 2100 m, lo que suponen un total de 70 minutos. Algo, por supuesto posible, pero que parece poco probable, teniendo en cuenta que era un recado para la hora de la comida.
Y así, haciendo suposiciones, podríamos estar de forma interminable. Si es cierto, que creo necesario realizar este cuestionamiento. Si no nos cuestionamos las cosas, no podemos detectar los errores y como humanos, éstos, existen.
  
Como decíamos al principio la verdad siempre sale a la luz, de un modo u otro y debido a que nuestro Universo está programado para la consecución del equilibrio, él mismo se encargará de hacer justicia, esa que debido a su naturaleza intangible, se escapa a nuestro entendimiento.




3

En la vida no hay nada que temer. Sólo hay cosas que comprender.
Marie Curie



Madrid, 24 mayo de 2010 (86 años después del fatídico día)

Teníamos el día libre, sin dudarlo, compré unos billetes de tren que nos llevarían a Madrid. Mi amiga Carmen, interesada como yo en la transformación de todo dolor, pues es éste nuestro trabajo, decidimos realizar algo que Alejandro Jodorowsky cataloga como psicomagia. Nosotras no somos tan arriesgadas, simplemente, lo consideramos un acto de limpieza de la conciencia. Gracias a nuestra capacidad para trascender el espacio/tiempo, podemos sentir en propia piel, esas emociones atascadas, germinadas y alimentadas, por los seres humanos que de un modo u otro se ven afectados por una dolorosa experiencia. No olvidemos que una simple acción, pensamiento o palabra, tienen efectos dimensionales.
Ya hace demasiado que no está en mí, vivir en el Ser Humano “caducado”, ese que cree que únicamente existe su cuerpo y sus pensamientos, ese humano ciego y anclado en lo que sólo sus ojos pueden ver. Soy de las que viven en la certeza de esa unicidad de conciencia de la totalidad de la humanidad, de las que sabe que somos entes, que mediante un vehículo físico, evolucionan hacia un estado más perfecto. No somos más que química, física y matemática. ¡Qué absurda sería la vida, de otro modo! En ese proceso evolutivo en el que todos y cada uno estamos sumergidos y condicionados por nuestras propias experiencias, tenemos la obligación de responsabilizarnos de todo lo que proviene de nuestro interior. Pues ese que está afuera, sólo es un simple personaje que, a su manera, camina por la vida en la época que ha decidido vivir. Es en su conciencia donde se halla la experiencia de toda su existencia. Entendiendo por conciencia esa sabiduría interna, procedente de la experiencia. Del mismo modo que la conciencia individual, es un ser en evolución, también lo es, la conciencia familiar, la conciencia racial, la conciencia geográfica y la conciencia colectiva, así como otras muchas formas de conciencia. Teniendo en cuenta estos términos holísticos, podemos entender como cualquier suceso de la vida, repercute exponencialmente, hasta alcanzar la conciencia colectiva, ese lugar en el que, como una biblioteca, queda archivada la historia evolutiva de la humanidad.
Ahí fue donde decidimos actuar, con el objetivo de regenerar tanto dolor, tanto sufrimiento, tantas conciencias asustadas, airadas por el miedo, llenas de desdicha, sumergidas en la obcecación.
Nos desplazamos hasta la misma calle de Hilarión Eslava. Cuando el taxi subía por ella, un pellizco se instaló en la boca del estómago, era pura emoción por lo que estábamos viviendo. Es cierto, estábamos en otro tiempo, pero en el mismo espacio en el que se produjeron los hechos. Para la conciencia, ella que está fuera de la influencia del espacio/tiempo, no le es posible diferenciar, así que, conscientes de ello, nos abrimos a sentir los ánimos de los ciudadanos de aquellos tiempos. Bajamos del taxi, a la altura del número 55, pues el 71 de entonces, parecía coincidir con esta portería. Ahora se encuentra un consultorio médico privado. Cruzamos por un pasillo interior que alcanza el otro lado de la calle en el que hay una pequeña zona ajardinada. Lo cierto que esa zona de Madrid, actualmente es un lugar precioso para vivir. Imaginamos a los vecinos, imaginamos los edificios más humildes y menos altos. Imaginamos el día a día de aquella época. Imaginé a Mariana, a Salvador y a sus hijos, entrando y saliendo de casa. Y si, lloré de emoción, al dar en mi conciencia individual, con las emociones vividas y vertidas por estos miembros de mi familia, a nuestra conciencia familiar, y así, los sentí cercanos, como siempre hago con los míos, con los que están y con los que se fueron.
Carmen, me señaló el otro lado de la avenida de Cea Bermúdez. Allí, donde ahora hay un Hospital, en 1928 aparecieron los cuerpos de las niñas, muertas por accidente o secuestradas y asesinadas. Nunca lo podremos concretar con certeza, cada uno en su interior, tendrá su propia verdad. Y lo que debemos hacer, es quedarnos con la nuestra. No importa si tenemos o no razón, pues no está nunca en la razón la respuesta, sino en lo que sentimos, que aunque parezca estar fuera de toda razón, es lo que realmente nos da el convencimiento interior sobre un acontecimiento. He aprendido que es con eso, con lo que debo quedarme, no me importa tener o no tener la razón, sólo me importa saber y ese saber, sólo puede hallarse mirando y sintiendo dentro.
Cruzamos Cea Bermúdez, hasta situarnos a la altura aproximada de los antiguos descampados y sin más, nuestros corazones reaccionaron y conectadas con esa conciencia eterna, rogamos por el dolor causado, por las niñas, por sus familias, por todos y cada uno de los implicados, por todos los sucesos amargos que nos anclan en el dolor.
Después, serenas y decididas, caminamos con el objetivo de realizar el camino que las niñas nunca realizaron. Nos dirigimos a la calle de San Bernardino, donde hubieran tenido que comprar las patatas para la Maestra. Dispuestas, como un acto psíquico como aquel requería, alcanzamos San Bernardino, buscamos un lugar agradable y acompañadas de un refresco, nos comimos un plato de patatas. Reímos y nos emocionamos. Por fin aquella comida trágica, se había convertido en un mágico momento.
Esa experiencia, nadie puede robárnosla. No concibo la vida sin su magia, pues a mi modo de ver y desde mi experiencia, la vida es pura magia.
Volvimos sobre nuestros pasos y sentadas de nuevo en una terraza de la calle Hilarión Eslava, escribo estas palabras:
Fútiles expresiones saciaban el aire de horrorosos recuerdos, que no en vano, languidecían horrendos, que no en vano, nos acometían también en nuestros propios sueños.
Bien poderosa huida, transcendental mirada, inquietante momento, que casi en todos y cada uno de nosotros nos alcanza, nos embarga y después nos quebranta, dejándonos esclavos de su vibración. En el despliegue de alas, se transforma la sólida capa de hielo, en dulce escarcha. La lacerante duda, en tácita certeza y el denso recuerdo, en un tenue suspiro de aquello que nos laceró.
Y es ahora, cuando miro al cielo y observo como caen los edificios, esas estructuras pesadas y macilentas, anquilosadas. Caen desde lo más alto, miles de millones de rotas amarguras, de sometimiento, de recalcitrante antagonismo, que no sanan heridas y tampoco dan respuesta a nuestras vidas.
Y son, en esas amplias grietas que se van haciendo, entre los muros de toda guerra, donde se vierten todas las emociones que nos sacuden. Y allí, en ese lugar profundo y mugriento, donde la inmensidad de este mundo, ruge de dolor, se quiebra el llanto, se abre la puerta, se libera la fuerza, se traduce todo en una nueva y humilde expresión. No sin antes quedar cautivos, por este Universo expectante, que nos invade de dicha, que nos enseña otro modo de caminar, lejos de toda herida, sin una estructura fija, sin un ápice de rencor, transportados a otra dimensión.
Y aquí, con la mente abierta, el corazón en las manos, ante la clave de la esperanza, ungidos de amor, recreados en la nostalgia. Llenos de orgullo. Resueltas las dudas, resultas las penas, aniquilado el dolor, identificado el problema, vaciadas las grietas, cerrados los muros, alentados por la transformación. Con los materiales necesarios, las herramientas y los aperos, los planos,, los utensilios, el diseño y el potencial de creación, estamos, dispuestos a levantarnos de nuevo, a comenzar otro episodio, en ese, nuestro incipiente devenir. Ladrillo a ladrillo, paso a paso, cada cual a su ritmo, con la mirada puesta en un mismo objetivo, con la claridad de que todos y cada uno somos más de lo mismo, en diferentes procesos, con diversos pensamientos, pero no más que nadie, ni tampoco menos.
Así, se transforma la conciencia y así se comienza de nuevo.
  
Joanna Escuder
(Núria Gómez – biznieta de Salvador Gómez y Mariana Escuder)


Agradecimientos
Al Dr. José Manuel Reverté Coma y a la Sra. Mercedes González del Museo de Antropología Médico-Forense, Paleopatología y Criminalística. Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. El Dr. Reverté, investigó sobre este caso y redactó un detallado informe de su investigación que la Sra. M. González, tuvo la amabilidad de localizar en los archivos del museo y enviarme una copia. Documento que nos aportó nueva luz al tema.
A Joan Franch – Geólogo y compañero de trabajo durante algunos años, fue quien me condujo a través de una nueva perspectiva de búsqueda y desengranaje de lo que hubiera sido el desarrollo de una investigación en la actualidad.
Al Jefe de la Sección de Relaciones con Usuarios del Instituto Nacional de Meteorología perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente, quien tuvo la amabilidad de atenderme y facilitarme los datos climatológicos de la época del suceso con la finalidad de comprobar la implicación del clima en el deslizamiento del terreno.
Al Jefe de Sección del archivo histórico de la Dirección General de la Policía. Archivo Central perteneciente al Ministerio del Interior, quien también tuvo la amabilidad de atenderme y colaborar en la obtención de datos de la época.
Al Dr. José Ignacio Velasco, Médico Forense y escritor de investigación, quien me aportó datos técnicos sobre los procesos de descomposición de cadáveres y la aportación de conclusiones técnicas de sumo interés.
A Mª Carmen Millán, ante todo gran amiga, de profesión Química, especializada en análisis e investigación, quien después de muchas reuniones, estudio de datos, reconstrucción de los hechos e innumerables discusiones sobre el tema, me ayudó y guió en la estructuración del relato y sobre todo en la revisión final. Además de poner el título al libro, con gran acierto.
También quisiera hacer una mención a María Cobo y a Antonia Jurado, que de forma holística participaron creativamente en la reconducción del suceso y de todos los afectados.
Por supuesto a Luis C. Caparrós, quien, durante el desgrane de este libro, colaboró, no sólo en su revisión, sino también en el crítico que contraatacó cada uno de los argumentos de mi particular investigación, con el fin de no proceder con inservibles divagaciones.
No iba a olvidarme de mis sobrinas Paula Navales y Meritxell López, que las “utilicé” en mis pruebas periciales, como símil de las niñas, fue fantástica su ayuda.
Y por último hacer una destacada mención a José María López, quien se ha encargado del diseño de portada y maquetación, gracias al cual, este libro está en nuestras manos.

Gracias de corazón a todos ellos.



 Joanna Escuder
Julio de 2010