Misterio…
El del dolor del hombre
hambriento,
de avaricia y de todo
aquello
que creyó poseer
tras múltiples atropellos.
Si, es un misterio…
el que el dolor del
atropello,
no reporte más que
argumentos,
vacíos de razón y de
momentos,
en los que el endurecido
corazón
frágil por
condicionamientos,
libra la batalla,
en el duelo de este
infierno.
Parece un misterio…
Que el infierno venza a
nuestro Cielo,
que le arrebate la Gracia
de poder Ser
al Firmamento,
para aborrecer de dolor
a todo navegante,
tosco pero diestro,
que grita a pleno pulmón,
YA NO MÁS DUELO NI DOLOR.
Y como todo Misterio…
el grito desgarrador
alcanza al divino señor del
Cielo,
quien con lágrimas del
mismo dolor
que el del humano eterno,
se nombra merecedor
de una tierra libre de
guerras y lamentos.
Y así…
Clamando su sincero y
sereno reino,
poco a poco todo dolor
humano
extingue el lacerante
fuego,
las únicas llamas que no le
permiten conocer
la verdadera voz del
Firmamento.
Hoy por fin se apagan las
llamas,
las de la lucha de las
almas.
Hoy se encienden los fuegos…
los de las luces que de las
guerras más ancianas
resurgieron…
para saberse merecedores
del paraíso de ese Cielo.
Ya no impera el misterio…
Pues es así,
como se apaga una tierra arrasada por el
fuego,
y se ilumina la otra tierra
de nuevo,
la única que vence a un
caduco imperio,
la única que desvela de una
vez por todas
el maldito misterio.
No más imperios…
Joanna Escuder
18-12-16